martes, 26 de julio de 2011

De luz y de sombras

El amor era la tinta que le daba forma. Así era ella, como un dibujo, sentía que existía solo cuando estaba enamorada. Cuando las palabras dulces del hombre que amaba le llenaban el alma y formaban los trazos que la definían. ¡Se había enamorado tantas veces! Y entre una amor y otro siempre tenía esa sensación de no-ser, de estar pero no existir, respirar pero no vivir. Cada vez que el amor se alejaba ella se desvanecía como un dibujo hecho de humo.
Ahora se sentía así, su último amor, el que aún sentía dentro de su alma, se alejaba de a poco y luego volvía a acercarse, en un devaneo que para ella era una especie de agonía
Nunca moría del todo pero tampoco vivía y ella se iba desdibujando de a ratos, convirtiéndose en la sombra de lo que había sido cuando el amor comenzó como una fiesta de fuegos artificiales de mil colores cuando él estaba cerca ¡pero ahora estaba tan cansada¡ El amor era un maravilloso sentimiento pero…!dolía tanto ¡
Entonces empezó a conocer realmente a la soledad, ese lugar oscuro que parece devorar todos los sonidos, las risas y las caricias para dejar frio y dolor. Misteriosamente , la soledad también le daba forma, una forma diferente, oscura, sin colores pero nítida.
Si el amor la transformaba en un dibujo de colores y luces, la soledad la convertía en una fotografía en blanco y negro con algunos grises, triste y estática, casi igual a las fotos de los muertos.
No le gustaba ese ser en que la soledad la convertía, nunca le había permitido definirla, temía que, sin darse cuenta la oscuridad se adueñara de su esencia, sin embargo, ahora, con el corazón roto en mil pedazos por la pérdida irremediable de su amor, con el alma en agonía, con la angustia y la melancolía por los besos que ya nunca disfrutaría dejó que la soledad tomara el mando y que la tristeza la invadiera totalmente.
Perdió las esperanzas, nunca más iba a permitirle al amor pintarla de colores (el amor no era confiable, siempre terminaba desgarrándola). Al menos en el soledad encontraría algo de paz y la tristeza sería una compañera fiel que esperaría junto a ella a quien nunca falta a la cita.
En la soledad podía esperar confiadamente a la muerte que tarde o temprano vendría a buscarla y que cuando llegara no habría para otros momentos tristes, dolor o lagrimas inútiles .
La muerte se la llevaría sin escándalos, envolviéndola suavemente en velos de gasa gris, blanca y negra, casi silenciosamente por que la muerte estaba tan sola como ella misma.

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