sábado, 27 de septiembre de 2014

Capítulo 16 de la Novela "Tatuajes en Espejo" (próxima edición) - Chinchiya


“Estoy feliz de haber llegado hasta aquí.
He hecho siempre aquello que más he amado,
Y aunque no pocas veces eso ha traído consigo
Amarguras, traiciones, desacuerdos…
Esta es la hora del balance y en él pesan más
La amistad, el amor, la pasión por la música
Y el logro que ustedes hoy me reconocen,
Como si no fueran parte de él.”

Del Discurso de Lola Besouro,
recibiendo el cargo de Decana
de la Universidad de Pórtico de Amatista



―Qué nombre tan extraño, Ryalfam ―dijo Lizeu, y agregó, como haciéndole una broma a alguien―. ¿Será que aquí viven las mujeres reales[1]?
Hacía dos días que lo habían despertado, siguiendo sus instrucciones. Si bien la tripulación del Axolotl F303, la nave de transporte, no era humana, no por eso dejaba de ser cálida. Mushu, la computadora de a bordo, tenía una hermosa voz y se adelantaba a las necesidades de Lizeu; además disponía de un banco de datos muy actualizado, como para mantener entretenido a un científico de curiosidad inagotable. Y éste era el caso.
Lizeu no quería perderse la llegada y el aterrizaje en la más alejada de todas las colonias humanas. A la mayoría de la gente le daba terror la entrada a la atmósfera, ¡pero él estaba tan entusiasmado! Por el ventanal que abarcaba el lado a estribor de la nave, podía verse a Ryalfam cada vez más grande. Esa abertura, y una complicada escultura en la pared, eran las únicas decoraciones de la habitación, que parecía ser una sala de estar para los viajes cortos, los que no necesitaban de criostasis.
Al principio sólo se veía una mancha negra a contraluz del sol, en la inmensidad del espacio oscuro. Luego de un día más de viaje, el planeta ocupaba gran parte de la visión, acompañado de sus dos lunas.
―Parecen iguales: Eva y Lilith. Los mitos sobre las primeras mujeres en la Tierra. Eva, la mujer dócil, la compañera, la sumisa. Lilith, la que se rebeló ante Adán… ―Lizeu tocaba el ventanal, para seguir leyendo la información que le proveía Mushu. Compensaba su ansiedad con un exceso de datos, que leía y comentaba en voz alta―. Me pregunto con qué clase de mujeres me encontraré. ¿Me comerán vivo? ―rió.
Su risa reverberó en la habitación. Mushu, desde ya, sólo contestaba las preguntas directas que comenzaran con su nombre; a las demás, las consideraba retóricas. Hacia el final del segundo día, la Axolotl entró en una zona desde donde se podía apreciar la cara iluminada del planeta. Lizeu ya se había instalado en uno de los sillones a modo de cama, y en otro de ellos había colocado sus pertenencias. Su camarote había quedado vacío. Si era posible, no quería perderse de nada.
―¡Fascinante!
La superficie estaba ocupada por grandes domos de color plateado. Los contó: hasta donde podía ver, eran unos quince, comunicados entre sí por caminos cubiertos, como si fueran vasos sanguíneos. A medida que iban pasando los minutos, observaba cómo los domos se hacían traslúcidos. El ciclo de día de veinticuatro horas recomenzaba, imitando el de la Tierra. El amanecer simulado echaba luz sobre las ciudades de Ryalfam, que se agrupaban en el lado luminoso del planeta.
Allí un domo grande, central. Ese, seguro era Pórtico de Amatista. ¿O sería un campo de cultivo? Desde aquí todavía no podía distinguirlo.
Las semiesferas se distribuían sin un orden aparente; grandes, pequeñas, conformaban un caótico racimo de uvas. A medida que avanzaba el día, Lizeu veía que eran de distintos colores. Según la computadora de a bordo, en ellas se simulaban también las estaciones y los climas. En uno de los domos había un bosque cubierto de nieve, mientras que en otro, un campo cultivado en pleno verano. El frío y el calor, el desierto y las lluvias, eran controlados según la conveniencia de los cultivos y crianza de animales.
Un poco más cerca, y pudo ver cómo los domos parecían moverse, como si fueran organismos vivientes…
―¿Por dónde entrará la nave a la atmósfera?
Esa obsesiva curiosidad, tan típica suya, lo hacía uno de los mejores en su profesión. Pulsó aquí y allí sobre el vidrio, y en la ventana aparecieron unos gráficos explicativos del funcionamiento del domo. Era una especie de membrana celular, permeable o no, según cómo se configurara… En este caso, dejaba pasar una nave entera.
La sala de la Axolotl estaba acondicionada para que sus ocupantes pudieran observar la llegada a un planeta. No había gravedad artificial, pues requeriría mucha energía y no era un crucero de lujo. Pero sí disponía de zapatos adherentes (Lizeu supuso que con algún tipo de magnetismo inducido), que facilitaban los desplazamientos por la habitación. En los sillones adosados a la pared, había varios cinturones de seguridad. Los cristales, por otro lado, se oscurecían automáticamente ante luminosidades peligrosas para el ojo humano.
Movió los dedos dentro de los zapatos amarillos y sedosos. Todo le agradaba, desde los pequeños sonidos mecánicos hasta el olor a desinfectante. Lizeu había realizado en su vida decenas de viajes, y sin embargo, en éste, se sentía como un novato. Quizás esa sensación se debía también a que era la primera vez que podía apreciar el aterrizaje por una ventana, y sumado a eso, el cúmulo de hechos que se concentraban en este momento. Lo habían contratado para un trabajo importante, de esos que había soñado, que él calculaba le llevaría por lo menos dos años. Por si esto fuera poco, de la cultura de Ryalfam había pocas noticias, más bien era un enredado ovillo de fábulas contradictorias. Las comunicaciones con este distante planeta se realizaban por medio de un anticuado ansible, y él venía a remediar eso.
Y allí, en medio de este escenario inexplorado, viviría él. Dejando atrás lo conocido, la rutina de la Universidad y los ambientes acartonados que tanto despreciaba. Tenía a sus mejores amigos en la Facultad de Ciencias Duras e Ingeniería, pero aun así odiaba la burocracia, el status quo y la irrealidad que se vivía en los ambientes académicos. Había cambiado un par de veces de Universidad, y en todas ellas encontraba lo mismo: un grupo que dirigía todo, desde el flujo de dinero hasta las líneas de investigación, y otro grupo, obsecuente (o en el mejor de los casos, indiferente) con el primero. “La política universitaria es la peor clase de política. Finge ser noble y neutral, y en realidad se tejen las mismas mezquindades que en cualquier otra institución humana”, pensaba Lizeu, el día que se juró a sí mismo no trabajar más para una academia, como dedicación exclusiva.
Se acomodó en el sillón dispuesto a dormir unas horas antes del aterrizaje, con una red contenedora para no terminar flotando sin dirección por la sala. Dos estados se disputaban su cuerpo: el nerviosismo y el cansancio. Ganó el segundo.



Despertó con un sonido que no lograba identificar. Supuso que la entrada a la atmósfera, por tenue que fuera, provocaba una enorme fricción y calor, y el casco de la nave se quejaba por ello.
 ―Bien, ¡aquí vamos! Esto es normal… Sí, sí, es normal ―dijo, convenciéndose―. Me pregunto si habrá sido buena idea, después de todo, haber despertado antes.
Salió de la red de contención y fue consciente de un cambio fundamental: en la habitación había gravedad. Pequeña, pero perceptible. Y ahora, esa especie de atracción gravitatoria lo empujaba hacia la pared de la puerta. Comprobó que lo que él había creído una “escultura” era, en realidad, una escalera con huecos para sentarse. Ahora se explicaba el complicado tramado… Dedujo que la nave estaba frenando, disminuyendo de a poco su velocidad para tocar tierra con suavidad. Lizeu ladeó su cabeza, como un perro que no entiende a su amo. Luego, para adaptarse, pensó en que esa pared ahora era el piso. Y el piso, por tanto, tomaba el papel de una pared lateral. Se dio cuenta de que los zapatos adherentes también funcionaban en estas superficies. Caminó por la sala, sintiendo de nuevo el peso de su cuerpo, aunque éste no coincidiera con su recuerdo.
―Es claro ―se dijo―. Debe estar desacelerando de a poco, nunca llegaría al monstruoso valor de 9,8 m/s2 ([2])
Rió de su propio chiste, a falta de compañía. Un repentino dolor en los oídos, acompañado por un silbido, le cortó la risa. La atmósfera no era tan liviana después de todo, si podía producir este cambio en la presión del aire, aún en una nave herméticamente cerrada. Mushu pidió disculpas y compensó las variaciones al entrar en las cercanías del planeta, para que los cuerpos humanos no sufrieran tanto. El descenso duraría varias horas, y de esta manera nadie tendría trastornos de salud.



No sintió nada en particular cuando atravesaron la membrana del domo, lo cual fue una decepción. No sabía muy bien qué había estado esperando, ¿algún sonido delator? ¿Alguna sensación en la piel?
Luego, los ruiditos de los servomecanismos de la nave, abriendo compuertas, despertando al resto de los pasajeros de su largo sueño de criogénesis, encendiendo luces y demás.
Lizeu cargó sus bolsos y esperó a que la puerta se abriera. La luz le tocó la cara. Salió a paso lento, tratando de no parecer torpe, confundido al sentirse muy liviano.
Afuera era un hermoso día de sol, como la primavera de Ciudad Espejo… La nostalgia lo picó como un insecto, pero la espantó tocándose la nariz y expirando fuerte. Tomó aire luego, y sintió los aromas de este nuevo lugar.
En el Espaciopuerto lo esperaba Otilia: una mujer mayor, con el cabello plateado recogido en una trenza, sus manos enganchadas entre sí, a la altura de la cintura. Su gesto serio le pareció indescifrable. Un paso más atrás, se encontraban sus hijos.
 Lizeu había aprendido algunas frases de cortesía, y las usó al presentarse:
―Buenos días, soy el doctor Lizeu Luesma y es para mí un honor estar aquí en Ryalfam. Que la segunda luna ilumine nuestros asuntos en común, y que la primera los selle.
―El gusto es nuestro. ―Otilia sonrió, complacida―. Le presento a mis hijas: Amata, Licia, Richar y Tavio.
Lizeu sabía, por el aprendizaje holístico de idiomas, sobre el plural en femenino, pero de todas maneras lo sorprendió.
La segunda sorpresa, fue encontrarse con la verde mirada de Amata.



―Pase por aquí, Doctor. ―Otilia abrió la puerta de la habitación. A Lizeu no le pareció suntuosa, pero sí cuidada en los detalles y muy pulcra.
―Mañé[3] Besouro, si no le molesta, llámeme Lizeu, por favor. Ya que tendrá la amabilidad de alojarme por un tiempo tan prolongado, creo que no será necesario un trato tan distante. ―Dejó sus valijas en un rincón. Luego pensó que lo que había dicho quizás era una impertinencia. De todas maneras ya era tarde para arrepentirse...
―Por supuesto, estoy de acuerdo. Le pido que respete mí título en público, pero cuando trabajemos juntos puede llamarme Otilia. ―Ella pensó que a su madre no le gustaría nada esa actitud… y eso la reconfortó. Luego agregó―: Lo dejaré para que se acomode. Si tiene hambre, no tiene más que acercarse a la cocina y pedir lo que desee. Yo estaré la mayor parte del tiempo en mi escritorio. La cena es a las ocho.
―Muy bien, nos veremos, entonces, a las ocho.
―Aquí tiene un plano de la casa, por si lo necesita.
―Muchas gracias. ―Lizeu observó la compleja disposición de habitaciones y casas de integrantes de la familia, en formas circulares y en disposición concéntrica, con un gran patio o plaza central. Más que una familia, casi le pareció un pueblo entero.
―¡Ah! Hay una cosa más… ―Otilia dudó si decírselo ahora―. Aunque seguramente estará cansado, lo podemos dejar para mañana.
―Estoy cansado, pero nada que una siesta no pueda reparar. ―Dejó el plano sobre la una mesa y miró a Otilia.
―Tengo una especie de tradición, con los viajeros que se alojan en casa. Y es sencilla: jugar una partida de arimaa[4].
―¿Arimaa? No lo conozco.
―En la Tierra tienen algo parecido, su antecesor: el ajedrez. Su aspecto es parecido, pero a mi entender es más complejo.
Lizeu dudó mucho que un juego pudiera ser más complejo que el ajedrez, pero siempre estaba dispuesto a aprender cosas nuevas.
―¡Qué interesante! Jugaremos cuando lo desee.
―Después de la cena sería un buen momento ―dijo Otilia ya con la mano en la puerta.
―De acuerdo.
Otilia hizo un gesto asintiendo y dijo:
―Ahora sí, lo dejo para que se acomode. Hasta luego.
―Hasta luego.



Lizeu pasó la tarde ordenando sus pertenencias, y luego descansó un buen rato. Recorrió la casa, sorprendido de la organización y distribución de tareas. No había personal de limpieza ni de cocina, todas las tareas eran rotativas, incluso para la Mañé de la casa. Desde luego que ella tenía preponderancia en algunas labores, ya que para tomar decisiones debía pasar largo tiempo trabajando. Sin embargo, era fácil encontrarla lavando la vajilla. De hecho, decía que le gustaba hacerlo para reflexionar sobre asuntos importantes.
La cena transcurrió tranquilamente. A Lizeu le parecieron exquisitos todos los platos. Habló poco, y observó las costumbres. No quería caer mal o hacer algo que pudiera considerarse incorrecto.
Siñá[5] Petrona lo escrutaba sin disimulo. Lizeu había estado esperando esta actitud, así que no se intimidó. Aura, por momentos, hablaba en voz baja con Petrona, y luego las dos lo miraban.
La mesa era ovalada y en el centro tenía un sistema de rotación que hacía que los platos y condimentos fueran pasando frente a cada comensal.
Varias veces cruzó la mirada con los hijos de Otilia.
En Richar, encontró competencia, quizás celos.
En Licia, sensualidad.
En Tavio, compañerismo.
Y en Amata, timidez. “Quizás ella…”, pensó, “No debo involucrarme, vine aquí a trabajar, no a seducir chicas”. Y sin embargo, no pudo evitar ilusionarse.


Cuando terminó la cena, Aura y Petrona, levantándose, dieron las buenas noches. Luego, Tavio y Richar. De a poco todos abandonaban el comedor. Otilia trajo el juego, en una caja de madera tallada. Hizo una seña a Amata para que la acompañara, pero ella le respondió que estaba cansada.
Otilia le explicó las reglas a Lizeu. Realmente eran sencillas, aunque el desarrollo del juego prometía ser complejo. Lo que Lizeu no sabía era la razón por la cual ella había iniciado esta tradición de jugar con los huéspedes.
Empezó él. Hizo dos movimientos, dudando un poco.
Otilia movió con rapidez y observó, no al tablero, sino a su contrincante.
Veamos cómo te desempeñas, muchacho. Pensó la mañé.
Al principio, Otilia tuvo que recordarle las reglas a cada jugada. Lizeu le comentó que no se parecía demasiado al ajedrez, después de todo.
―A veces las hijas no se parecen a las madres. ―Lizeu asintió, preguntándose si habría alguna referencia a su familia―. El Arimaa original se puede jugar con las mismas piezas del Ajedrez, pero luego te das cuenta de que los movimientos no se le parecen en nada. Algo así ocurre con el tablero.
Él movió sus conejos, ella desplegó sus caballos y sus gatos. Las jugadas eran por momentos rápidas, y en otros, más meditadas.
¡Qué partida interesante!, pensó Otilia, Es audaz, pero no temerario.
El Arimaa se hizo dinámico y entretenido: Lizeu comenzó a probar jugadas para tomar piezas de Otilia.
Se adapta a los cambios y es creativo… ¡Vaya! A esa no la vi venir.
Lizeu se había posicionado muy bien en uno de los casilleros centrales.
Una estrategia básica, pero hay que recordar que acaba de aprender el juego. En un par de meses ya estaremos jugando a la par, si sigue descubriendo el modo de armar su juego. Aunque aún no sepa nada sobre las aperturas.
Lamentó que Amata no estuviera aquí para observarlo todo y luego comentar con ella sus impresiones. Era una pena que su hija, futura mañé, no viera este potencial en el Arimaa, para tener un primer análisis sobre el desempeño de una persona.
Otilia tomó, en sucesivos turnos, varias piezas. Lizeu, más pensativo, dudaba antes de mover.
Va perdiendo, y reflexiona para recuperarse. ¿O está probando mi paciencia? Tal vez yo no sea la única que analiza a su oponente.
Al cabo de jugar un rato, Lizeu ya no tenía perros ni gatos... y sus conejos escaseaban.
Sin embargo, no se da por vencido.
Otilia, con sobrada experiencia, movía las piezas con calma y observaba el tablero y los gestos de Lizeu que delataban, en parte, sus pensamientos.
Ahora está usando bien las estrategias de protección de las piezas… Espero que haga lo mismo con sus empleados y colaboradores. Un buen liderazgo es necesario.
 Lizeu jugaba como si su vida dependiera de ello, la adrenalina bombeándole por todo el cuerpo. Bufaba ante cada pieza que Otilia le tomaba.
Tiene pasión, y al mismo tiempo es cerebral. Nos llevaremos la mar de bien. Sonrió, y haciendo la última jugada, dijo:
―Has sido un gran oponente, Lizeu, ¡felicitaciones! Este fue el mejor juego que he tenido con un novato.
―Muchas gracias, mañé ―djo Lizeu, orgulloso―. Me ha fascinado, si le parece podemos hacer una o dos partidas por noche.
Otilia rió ante el entusiasmo del hombre.
Es evidente que haber perdido no lo enoja ni lo hace sentirse humillado, sino que lo ve como un desafío a superar. Realmente está abierto a aprender. Me gusta su actitud… Aunque quizás está perdiendo algo de objetividad, se está involucrando demasiado. Ése es su punto débil. Deberé tener en cuenta esto
―Por mi parte, con una estará bien. Aunque habrá noches en las que estaré muy cansada. Y ya verás… tú también.
Se despidieron para ir a descansar, y la mañé ordenó, con toda meticulosidad, su tradicional juego en la caja.



Lizeu comenzó su trabajo de modernizar los sistemas de comunicaciones, no sólo de la familia Besouro, sino de toda la ciudad. Si esto resultaba bien, extenderían esta nueva tecnología al resto de Ryalfam.
En la misma Axolotl en que había venido él, también habían llegado los materiales y herramientas.
Primero, formó cuadrillas, con encargadas de cada lugar, y supervisó el trabajo. Encontró gente muy capaz y entusiasta. Le sorprendió el don de mando que tenían todas las mujeres, y la colaboración que había naturalmente en los equipos.
Luego, organizó y dictó los cursos de capacitación para los instaladores.
En cada uno de los pasos estaba presente de alguna manera Otilia, y muchas veces la acompañaba Amata.
Incluso Amata quiso aprender todo lo relativo a las instalaciones, por si tenía que asistir a los trabajadores.
―Así, ¿ves? Tomas la pinza con cuidado… ―Las manos de Amata le parecieron hermosas, con sus dedos finos y delicados. Lizeu se preguntó hasta qué punto era necesario que ella aprendiera esto… Para no distraerse del trabajo, recordó los robots haciendo este trabajo en la Tierra, pero aquí no podían permitirse semejante lujo.


La tecnología de la comunicación por subespacio, base del ansible, por un lado no era sencilla de comprender y requería de una gran inversión inicial, pero por otro lado, era muy confiable y de bajo mantenimiento. Lizeu pensaba que si todo marchaba bien, terminaría el trabajo en el tiempo estipulado. Pero claro, siempre surgían imprevistos.
Las jornadas de trabajo fueron cada vez más largas, hasta que Lizeu pensó que si seguía con este ritmo caería enfermo.
Fue a hablar con Otilia. Entró sin tocar la puerta, como ya se le había hecho costumbre.
―¿Quieres posponer la partida de esta noche, otra vez?
―Oh, no, Otilia, vine a pedirle consejo ―dijo Lizeu, con el ceño fruncido y mirando al suelo.
―Te escucho. Por favor, siéntate.
―Estoy muy cansado. Creo que… bueno, debería trabajar menos. ―Suspiró como si hubiera hecho una terrible confesión.
―Ah, mi querido Lizeu, es que ¡debes aprender a delegar! ¿Acaso tienes que supervisar todo en persona?
―Bueno, yo creí que… como soy el responsable… ―Arqueó las cejas.
―Delega, hijo. Delega despiadadamente. Delega y faculta. Delega y, sin desligarte, encárgate de las tareas para las cuales de verdad eres imprescindible.
―Entiendo ―dijo Lizeu, pensativo. Recordó que había tenido varias ideas en el transcurso del día, y las había descartado por falta de tiempo para realizarlas.
―Y cuando hayas aprendido a delegar ―prosiguió la Mañé―, tendrás tiempo libre para descansar y disfrutar… Y también para pensar en otros proyectos.
A Lizeu le sorprendió el comentario de la matriarca: le pareció que le estaba leyendo la mente.
―De hecho puedo sugerir varias mejoras para la casa, que serían interesantes de implementar. He notado que Richar es un excelente ingeniero, por más que no nos llevemos como quisiera. Juntos podríamos planear un par de mejoras para los cultivos y para la casa.
―Todo eso está muy bien, querido, pero necesitas relajarte un poco. ¿Por qué no vas a una de nuestras fiestas circulares? Quizás te venga bien…
Otilia, ante la cara de extrañeza de Lizeu, le explicó de qué se trataba.
―Las fiestas circulares se celebran cada vez que se cumple un ciclo de la primera luna. Son fiestas que, si bien son ceremoniales, también son muy relajadas, donde se baila y se bebe y donde pueden conseguirse compañeras sexuales. Aquí todo el mundo es libre de elegir con quién se acuesta; tengo entendido que en la Tierra eso no sucede.
Lizeu rió con ganas y no dijo nada por temor a revelar sus pensamientos… ¿Sería una oportunidad para acercarse a Amata? Siguió escuchando:
―Cada persona danza cerca de una hoguera que representa su identidad de género. De esta manera no hay equívocos en lo que se busca. Y si ves a alguna persona que te interesa, la pellizcas. Si el pellizco te es devuelto, es que las dos están de acuerdo.
―¡Por supuesto que me vendrá bien! ―estalló Lizeu, entusiasmado―. ¿Cuándo es la próxima? ¡Delegaré todo lo que pueda!



Días después, cuando la luna Lilith-maljoyin estaba llena y en el centro del cielo, fue el momento de celebrar una gran fiesta circular en Pórtico de Amatista.
Lizeu, con gran expectativa, se bañó, y vistió unas ropas nuevas que le había dado Otilia. Le parecieron muy cómodas, si bien los colores tan chillones no eran sus preferidos. Pero tuvo que admitir que, aunque nunca hubieran sido de su elección, le quedaban bien. “Hasta para la ropa tiene buen ojo la vieja”, pensó.
Mientras bailaba en la hoguera masc, notó que todos los hermanos Besouro estaban en la fiesta. Tavio y Richar, bailando junto a él, y las dos hermanas bailando en la ronda fem.
Cuando las rondas terminaron, se mezcló entre la gente, sintiéndose uno más de los lugareños. Estaba eufórico bailando, cuando recibió un pellizco.
Al voltear, descubrió a Licia. Sonrió, bailó con ella un rato, se divirtieron haciendo bromas.
Pero esa noche, Lizeu se fue con Amata.




[1] Ryalfam, por su fonética, se parece a “réels femmes”, es decir mujeres reales en francés.
[2] la aceleración de la gravedad de la Tierra es g = 9,8 m/s2
[3] Mañé: título de la matriarca
[4] Arimaa es una variante del ajedrez, que puede jugarse con las mismas piezas y tablero, pero cuyo desarrollo difiere completamente. Las piezas simbolizan animales y están colocadas a capricho del jugador . Existen cuatro casilleros que son “sumideros”, hacia donde hay que arrastrar las piezas del contrincante.
[5] Siñá: título de la que anteriormente fue la matriarca (madre de la actual mañé).


Publicado en Revista Próxima N°23, Invierno de 2014

martes, 3 de junio de 2014

Sólo servimos 20% de sangre de calidad - Chinchiya

Repaso las copas por quinta vez. Mi mentor decía que un bartender siempre debe verse ocupado. Ya se irán, apenas falta una hora para el amanecer. No voy a cometer la descortesía de empezar a dar vueltas las sillas, como en otros establecimientos de baja categoría.
Saludan, al fin. ¡Dejaron buena propina, al menos!
Fue una noche agitada. Desde hace unos meses, todas las noches son así. La escasez de sangre humana y la falla en la producción de sangre sintética son desesperantes. Todo el mundo vive con miedo: la crisis amenaza con estallar en cualquier momento, con las bestias famélicas viviendo en los túneles de la ciudad.
Hola ―dice una voz queda detrás de mí. ¡Qué estúpida! Olvidé cerrar el candado otra vez. Me apresto a atacar… Pero al darme vuelta me encuentro con un viejo inofensivo. Qué mal gusto haber convertido en Compañero de la Noche un humano ya en decadencia.
Señor, ya cerramos. Lo lamento. El sol ya está por salir… Ya sabe.
Oh, yo sólo… ¿Tiene un café con 5% de sangre? ¡Qué raro, un café a esta hora!
No, señor, tal como dice el letrero, sólo 20% de sangre de calidad. ―Y sin embargo, este Compañero huele a sangre… ¿Acaba de alimentarse?
Entiendo. ―Hace un movimiento para irse, pero se lo ve dudar―. Disculpe, quiero proponerle algo.
El viejo saca de entre sus ropas una gruesa cadena de plata que le da tres vueltas el cuello y yo retrocedo, trepando por la pared.
¿Qué demonios hace? ¡Usted es un hombre! ¡Con razón ese olor a sangre: era de la suya propia!
No se asuste, señora, esto es sólo para mi protección. Como dije, quiero proponerle un trato.
Bajo de la pared y aliso mi vestido. No me gusta nada este tipo, pero me produce una enorme curiosidad. Lo miro, haciendo un gesto para que continúe hablando.
La cuestión es esta: soy un humano en un mundo de vampiros, y estoy muy viejo ya para seguir huyendo, corriendo todos los días. Estoy solo: mi familia ha muerto o se ha convertido y hemos perdido contacto.
¿Y por qué piensa que puede importarme? ―Mi curiosidad se ha esfumado, ahora es sólo hastío y la preocupación por llegar a casa antes de la salida del sol ―. No tengo tiempo; al grano.
Bien. Le propongo vivir en su subsuelo. Usted me alimentará y yo la alimentaré a usted. ¿Qué le parece? Soy una persona fácil de entretener; quizás sólo necesite salir un par de veces al mes a ver el sol. Y eso es todo.
Me lo quedo mirando. Está bromeando. No, no está bromeando. Es en serio. Es una verdadera locura.
Comprendo que no es una propuesta usual ―continúa el hombre, pero como usted dijo, no tiene mucho tiempo para decidir. O me lleva con usted, o ya saldrá el sol y tendré que irme. Sólo le pido que si me adopta, cuide de no tomar demasiada sangre por día, porque sufriré de anemia. Y la comida que me provea deberá tener mucho hierro: lentejas, hígado…
Ya, ya lo entendí. No soy estúpida. ―Guardo mis cosas para irme a casa, mientras reflexiono unos instantes más―. Está bien. Venga conmigo. De todas maneras, si esto no funciona, puede volver a las calles o puedo matarlo. Veremos.

Hace unos días que Tony vive aquí conmigo. La verdad, no molesta ni se queja, es un buen tipo. Y de vez en cuando le dejo las llaves de casa para que salga al sol. Es maravilloso el efecto que logra el sol en el sabor de su sangre.
Y ese es un tema aparte. Durante toda mi vida de Compañera de la Noche, me he alimentado con sangre procesada por el Gobierno. Pero la sangre de Tony es muy, muy diferente. Realmente deliciosa y nutritiva.
Las cosas se han puesto peores. El nuevo experimento de sangre sintética falló, y la sangre de animales no nos alimenta bien. Yo tengo asegurada mi escasa ración diaria, pero ya el cartel del 20% parece un chiste. Todo el mundo sabe que, con el desabastecimiento, como mucho las bebidas tienen la mitad.
Los efectos no se han hecho esperar: algunos se han puesto a tostar… y otros se han convertido en bestias, debido al hambre. He visto la horrenda transformación en un mendigo que solía estar en la esquina del bar. Al pasar las noches, le fueron creciendo los dientes y los dedos, en forma de garras. Sus orejas se hicieron puntiagudas… Y junto con el cabello, perdió también su capacidad de razonar y hablar. El hambre lo volvió agresivo, y lo último que vi cuando se lo llevaban los oficiales de Paz y Oscuridad, fue que había desarrollado unas alas membranosas. Desde entonces he estado vigilando mis manos y mis orejas, para ver signos de transformación en mí misma.
Es una noche como otras en el bar, con la tele que no parece hablar de otra cosa. Ya ni siquiera se molestan en poner programas de distracción; sin embargo, cuando intenté apagar el aparato, varios clientes se opusieron. Y miran las pantallas absortos, se diría que buscando algo que les de esperanza, en medio de tanto horror. Las bestias han tomado los subterráneos por completo.
De repente, se oyen forcejeos en el pasillo de entrada. Gritos, un vidrio roto.
Irrumpen las bestias en el salón del bar.
Todo es caos, la gente huye por las paredes, intentando encontrar alguna salida. Otros, más valientes, los enfrentan con cualquier improvisada arma.
Me refugio detrás de la barra y tomo dos grandes estacas de madera que tengo de recuerdo de la época de mi padre, cuando todavía éramos nosotros los cazados.
Pero luego pienso que, si me quedo aquí, soy presa fácil. Mejor colgarme del techo y esperarlos ahí.
Subo por entre las bebidas de la barra y en un instante encuentro una esquina desde donde puedo verlo todo. Ya hay varios clientes muertos, y varias bestias también. Pero siguen entrando, en estampida.
Los que me descubren, gritan y vienen hacia mí, pero son tan torpes que son fáciles de matar. Sólo se requiere estar calmada y esperar el momento justo.
Van cayendo, uno a uno, y ya cuando mis fuerzas flaquean, los oficiales pacificadores terminan con ellos.
Amenaza neutralizada ―dice uno de ellos a la radio―. ¿Se encuentra bien, señora?
Asiento con la cabeza y bajo. Miro alrededor todo el destrozo y los cadáveres. Me llevará una semana limpiar todo esto.
El oficial manda a retirar los cuerpos y averiguar quiénes son, para avisar a sus familias, si es que tienen.
Luego me mira intensamente.
Como se habrá dado cuenta, esto no es normal, a pesar de las circunstancias.
Me alegra que diga eso. Pensé que iba a tener que poner rejas para atender a los clientes.
Sin embargo… hay algo raro en este lugar. ¿Por qué, si no, estas cosas iban a atacar en grupo, tan violentamente? ¿Hay algo que debería saber, señora?
No sé a qué se refiere. ―Por supuesto que lo sé: Tony vive en el piso de abajo y ahora es claro que las bestias pueden olerlo.
Ya lo averiguaremos. ―Su sonrisa dista mucho de ser amistosa.


Ha pasado una semana desde el incidente, y el mismo oficial vuelve con un papelito flameando en la mano. Tiene cara de malas noticias para mí.
Buenas noches, oficial. Sea lo que sea, por favor hagámoslo en calma. No quiero una escena frente a los clientes.
Como quiera. Tengo una orden del Departamento de Bromatología por control de plagas.
¿Qué? ¿Y eso qué significa?
Tengo que registrar todo el lugar en busca de humanos. Sospechamos que usted oculta uno aquí, que fue lo que atrajo a las bestias el otro día. Quizás a usted no le importe demasiado, pero a mí me molesta perder ciudadanos.
Por supuesto, oficial, haga lo que tenga que hacer ―Demonios, ¿por dónde podré escapar? Cuando vean a Tony…
Es inevitable. Los otros oficiales, con un dejo de cortesía, despiden a los clientes y a mis empleados. Amenazan con ponerme esposas de plata si me resisto a acompañarlos por todo el local.
Olfatean cada rincón y van rastreando el olor humano hasta dar con la puertita del subsuelo. Es admirable el autocontrol que tienen: al hallar a Tony no dan mayores muestras de sorpresa; antes de que llegue a gritar, lo ponen a dormir con un shock eléctrico y lo meten en una bolsa. Terminará sus días como ganado.
En cuanto a mí…
No hace falta que escuche lo que me está diciendo el oficial.
Es la cárcel o el sol. En la cárcel sufriré la transformación por hambre, aunque lo nieguen… Así que de todas maneras terminaré tostada.
Ahórrese la perorata, oficial. Quizás ustedes están entrenados, o bien alimentados, como para resistir esta tentación. Yo no. Mi vida es ofrecer tentaciones en el bar. ¿Qué otra cosa iba a hacer si este humano vino hacia mí proponiéndome un trato? ¿Entregarlo? ¿Devorarlo? No, lo saboreé cada día un poquito, y no me arrepiento de eso.
El oficial me mira casi con asco, pero no interrumpe.
Lo que le pido es que me encadene a las rejas del bar, del lado de afuera. No tengo familiares; ahórrese la búsqueda.
Como usted quiera, señora. La ley no impide que usted elija el castigo.


Me han encadenado, como prometieron. Se han ido: a ningún Compañero de la Noche le gusta ver la muerte de otro.
Lo que no saben es que soy muy hábil con los cerrojos. Me encargaré de que encuentren un pilón de cenizas aquí, junto a las cadenas.
Ya está; recogeré unas pocas cosas y me iré a otra parte; quizás con el tiempo tenga mi propio bar de nuevo. Mi aspecto juvenil no revela la cantidad de veces que he tenido que cambiar de rumbo, de identidad… Al principio fue muy difícil. Pero sé por mi experiencia que prevaleceré.


Aparecido en La Cueva del Lobo, para el Desafío del Nexus, en Junio de 2014

Horóscopo Cuántico (no tan) Definitivo - Chinchiya

“…no puedes zarandear una flor
sin perturbar una estrella”
Francis Thompson



Ilustración: Tut
—Viene ambulancia. Veinte minutos para arribo.
—¿Con? —respondo sin dejar de trabajar.
—Traumatismo grave en la rodilla.
—¿Sujete?
—Humane… —Tiara lee en la pantalla:— Humana original femenina-mujer edad adulta 2.
—¿Estado?
—Aún no lo sabemos.
—¿Watefác? ¿Cómo es que no midieron el enlazamiento si…? Dejá, ya sé, al pedo protestar. —Suspiro, pasándome la mano por el pelo—. ¿Tampoco saben su signo? ¿Les cuesta tanto seguir el nuevo protocolo de género-signo? Se van a comer un sumario si siguen así estos “paramiérdicos”.
Tiara sonríe. Nos estamos llevando bien ahora. Sin perder la calma jamás, dice:
—Ahora les pregunto. La mina no está inconciente, podemos ganar tiempo.
Termino de curar al pobre paciente que tengo enfrente, a quien le acabo de dar quince puntos.
—Listo, campeón, tratá de no cabecear más las baldosas, ¿eh? —El pibe se ríe. Miro al padre y le digo:— Acá tiene la indicación para el dispenser de su casa, si se porta bien, no le va a quedar cicatriz.
El hombre me da las gracias, le doy un caramelo al pibe. Se van. Vuelve Tiara.
—No hay señal. No me puedo comunicar…
—¡Fónica de mierda! ¡Parece que viviéramos en el siglo pasado! Caen dos gotas y las antenas…
—Ahí llegan, de todas maneras… —dice Tiara, señalando la puerta.
Dos enfermeres forzudes, una camilla con una tipa con cara de susto.
—Buen día. Por acá está bien.
Colocan con cuidado a la chica en la camilla de nuestra Sala de Urgencias. La chica mira para todos lados, como examinándolo todo. Se detiene en un rincón con la pintura descascarada. ¿Será posible? Siempre ven los defectos… Les enfermeres se encaminan a la puerta, saludando con un gesto.
—¡Hey! ¡Disculpen! —Miro su identificación en sus uniformes—. Sara, Raúl, les advierto que están fallando en el procedimiento estipulado. Identificar el género de le víctime para tratarle correctamente es importante, pero también lo es saber de qué signo, para saber qué consecuencias puede traer su enlazamiento.
Les dos me miran extrañades y no saben qué contestar.
—Lean bien el protocolo, ¡por favor! Y que sea la última vez. —Les doy la espalda y me dirijo a la paciente:— No te preocupes, genia, está todo bien. En un ratito vamos a saber qué tenés.
Ella asiente con la cabeza y me alcanza su identificación. Les enfermeres se van.
—Tiara, ¿te la llevás para imaye-diag? Yo atiendo a une más y ya estoy para ella —por mensajito, le agrego:— Por lo poco que vi, va a cuchillo seguro.
—OK. —Tiara nunca es demasiado comunicativa.
Mi próxime paciente es une viejite. Que le duele la cara, que el diagmed de la casa le dio unas pastillitas y recomendó venir. Me da su DNI.
Completo el diagnóstico y la hago pasar a la sección odontología. La atiendo; necesita un implante nuevo de un diente. Justo cuando estoy terminando, interrumpe la paz un griterío en la Sala de Espera.
—¡Sho nostoy borrasho! ¡Toy drogao, qu’es difrente! —le que vocifera tiene un cuerpazo de casi dos metros, me la juego que es masculino-hombre, pero el protocolo me impide tratarlo como tal hasta que no tenga un reconocimiento fehaciente de su género. Despacho a la viejita lo más cortésmente que me sale y voy a ver cómo manejo la situación.
—¡Muchache! —le digo, con voz de mando—. Necesito que se calme y me diga qué le trae por acá.
—Mire, sssseñor… —Ya empezamos mal, hace años que no me dicen así y realmente me saca de mis casillas—. Mis amigos me dejraron, me dejj… me dejjjjaron acá porque sho’staba ciendo musho quilombo.
Cuento hasta cinco para no noquearlo de un derechazo y le digo:
—En primer lugar, soy doc, no soy “señor”. Y en todo caso, sería “señora”, para su información, soy la Doc Martina Jenny Kraft.
El tipo hipa y me mira con cara de pez en un acuario.
—En segundo lugar —continúo—, necesito su DNI para derivarle a un centro de desintoxicación. Aquí no realizamos esa tarea.
Obviamente, no tiene su identificación.
—¿Consiente en que lo llamemos por el masculino?
El tipo asiente y a duras penas logra articular:
—¿Ushed eshuna señora? Berrrrdón… —dice, y se larga a llorar. No lo soporto. Mejor vuelvo al quirófano. Lo dejo en compañía de Andriu y Celar, y les pido que traten de contenerlo.
Le mensajeo a Tiara:
—Necesito análisis de sangre para un imbécil drogado, y derivación.
Veo por el monitor que hay dos personas, una de ellas viene sosteniéndose la rodilla. Nuevo mensaje a Tiara:
—Tenemos tendencia. Pasame data.
Tiara responde al instante:
—Imaye-diag informa que tiene LLE, LLI y LCA* comprometidos, aún analizando grado de traumatismo. Meniscos conservados. Signo: Flor de Abril, enlazamiento colectivo.
—¡Mierda! —Golpeo la mesa. Menos mal que estoy sola, porque esto suele asustar a algunas personas—. Prepará el quirófano, que yo mando mensaje de alerta.
Por protocolo me exigen que haya al menos dos casos. Y me juego las… bueno, ya no las tengo, pero seguro que eses dos que están en la Sala de Espera son mi confirmación.
—¡Buenos días, gente! ¿Qué les trae por aquí? ¿Tarjetas?
—Buenos días, doc. Me acabo de accidentar jugando al fútbol —dice le paciente con cara de dolor (y me cago en ese deporte arcaico). Tanto le que habla, como su compañere, me dan sus tarjetas DNI.
—OK. —Leo la tarjeta de le accidentade: masculino-gay edad adulta 1. Signo: Flor de Abril. Enlazamiento dual. Esto es raro.
—Decime, Esteban: ¿sabés con quién es tu enlazamiento?
—No, no lo sé.
—¿Te duele? ¿Te dieron algún analgésico? —Examino la rodilla con cuidado, tocando acá y allá, pero sin manipular demasiado.
—Sí, me está doliendo. Éste me dio algo, pero no sé… —Señala con un cabezazo a su compañero.
—Che, que te di de la mejor. ¡Lo que pasa es que te hiciste mierda, boludo!
—Tengo la sala de diagnóstico por imágenes ocupada, pero ya terminan, ¿sabés? —Miro al otro—. ¿Y qué droga le diste?
—Ibuprofeno 800.
—Ahá —Un pelotudo a cuerda, decididamente—. Bueno, ahora le doy algo más fuerte.
Con esa excusa vuelvo a la oficina, mando la alerta por intercom: “Tendencia confirmada de traumatismos de rodilla en Flores de Abril. Enlazamiento grupal.”. En realidad, el tipo que tengo en Sala de Espera es con enlazamiento dual. ¿Será una especie de “enlazamiento mixto”? Pfff… no sé, ya fue, lo mando así. Más vale que ya mismo pida kits extra de implantes de rodilla porque dentro de dos segundos van a estar agotados. Listo.
Vuelvo con un analgésico en serio para el paciente, y aprovecho para preguntarle:
—¿Conocés a otres Flores de Abril?
—Sí, mi tía… ¿Por?
—Haceme un favor: Mandale un mensaje que se cuide las rodillas.
—Pero yo no estoy enlazado con ella, ¿o sí?
—Mirá, hacelo por las dudas, pichón. —Le digo poniéndole la mano en el hombro.
Tiara me avisa que el análisis está completo. Lo leo por arriba en la pantalla de mi asistente.
—Joya, ahí te llevo otro. —Me doy vuelta y miro a mi paciente y a su acompañante—. ¿Vamos, Esteban? Vos, si querés, podés ir a la cafetería, tenemos para un rato.
—Ok, doc, vamos.
—¡Suerte, puto! —dice su amigo con una sonrisa. Se va.
Llevo la camilla hasta la Sala de imaye-diag.
—¡Intercambio de camillas!
Tiara empuja la camilla de la chica (¿cómo se llama?) hasta el pasillo, y toma la camilla de Esteban.
—¿Avisaste?
—Sí. Igual hay un detalle que me gustaría comentarte —y por mensaje le agrego, para que no escuchen los pacientes:— Coincide el signo del horóscopo, lo cual nos daría una tendencia clara, pero no coincide el enlazamiento. Este pibe tiene enlazamiento dual.
—Bien. Hago el diagnóstico de… —Lee la tarjeta—. Esteban y nos reunimos en tu oficina en diez minutos.
Esto se va a complicar. Si llega un tercer paciente con traumatismo de rodilla, cagamos. Pero ya he estado en emergencias por Tiara. Fue cuando nos terminamos de amigar. Ella es muy parca pero es la eficiencia con patas.
Leo la tarjeta de la chica: Linda Blari.
—Linda, te tengo que hacer una intervención. —Leo de nuevo el diagnóstico—. Te rompiste dos ligamentos de la rodilla, y un tercero está un poco deshilachado.
—¡Por Dios! —Hacía rato que no escuchaba esa expresión—. ¿Y cómo es la operación?
Toco la pantalla de mi asistente y se la muestro, con una animación de cómo será la cirugía.
—Ahora te dejo con los análisis pre-quirúrgicos. ¿Querés que llame a alguien para que te acompañe o estás bien?
—Estoy acostumbrada a estar sola, no se preocupe, doc.
—Programo la cirugía para dentro de dos horas. —Y de paso, puedo almorzar. Toco un botón en la pared para llamar a les dos enfermeres electróniques —. Sólo podés tomar agua, cualquier cosa que necesites, pedísela a les chiques. Ellos son: Andriu y Celar.
Les asistentes robótiques, cuya función principal es acompañar pacientes, salen del compartimiento donde se guardan. Ya se han ocupado del borracho con toda amabilidad (que yo no tengo), hasta que lo trasladaron al Centro correspondiente. Ahora sonríen y al unísono, dicen:
—¡Hola, Linda! —A mí me dan miedo, pero la mujer sonríe. Menos mal.
Pido pizza y voy a mi escritorio.
Tiara entra a la oficina y dice:
—¿Enviaste la alerta?
—Sí. Ya la publicaron. Los astrólogos dicen que Marte está en casa VII lo cual puede afectar a les Flores de Abril en miembros inferiores… —En mi correo hay un mensaje, que no parece ser de rutina. Tiara me observa, silenciosa—. Tengo un mensaje pidiendo una segunda confirmación de alerta, por posibles derivaciones… ¿qué carajo es esto? No sé. También estoy en la red a ver si hay otros casos agrupados de Flores de Abril con traumatismo de rodilla. ¿Qué pasó con Esteban?
—Meniscos rotos, rodilla trabada, LLI roto. ¿Hay casos?
—Sí, hay, pero nada significativo. Sin embargo…
Tocan la puerta. Nos traen la pizza, que viene con dos cocas: una Light para mí, una Cherry para ella. En la cafetería ya nos conocen bien.
Empezamos a deglutir nuestro almuerzo, pero nos interrumpe el timbre. Otro paciente ha llegado. Termino mi pedazo de calabresa, me limpio la boca y me llevo la lata.
—Voy yo.
Otra rodilla. ¿Signo? Estrella de Febrero. Enlazamiento dual. Me pregunto si… Esto se va a poner más complicado de lo que pensé.
Lo que más me extraña es que el horóscopo no suele ser tan específico en los traumatismos, ni tan poco específico en los signos involucrados. Normalmente llegarían varies Flores de Abril con traumatismos en miembros inferiores, es decir, esguinces en rodillas, huesos de la pierna rotos, esguinces también en los tobillos, incluso algún dedo del pie quebrado… Pero no. Todo es de rodilla. Y ahora una persona Estrella de Febrero…
Reviso a esta chica, la derivo para que Tiara la diagnostique. Ya casi es la hora de la primera cirugía.
¿Será que este enlazamiento cuántico es distinto de los que hemos visto hasta ahora? Claro, por eso era que me pedían una segunda confirmación de alerta.
Me voy a comunicar con Carlos a ver si él sabe algo.
—Hola, ¿Carlos? Cómo andás, sí, soy yo, Martina. Disculpá que te moleste, no sé si estás atendiendo. —Me paseo, nerviosa, por la habitación—. Ah, ¿sí? Bueno, te la hago corta. De casualidad, ¿tenés muchos traumatismos de rodilla allá? Y sí, acá también. Decime los signos, por favor. Flores de Abril y Estrellas de Febrero, ahá. —Sí, sí, esto definitivamente se va a poner complicado—. ¿Flores de otro mes o Estrellas de otro mes no tenés, no? Claaa… Lo que me llama la atención es que acá tenemos exactamente lo mismo. Sí, la verdad, reloco. Bueno, era eso nomás. Te dejo que tengo que manejar el quirófano. Mil gracias, che. Nos debemos un vinito, ¿eh? Chau, capo, chau.
Un tipazo, este Carlos. Pero ya es demasiada coincidencia con los pacientes.
Envío el mensaje de confirmación, con el caso nuevo y listo. Que se arreglen ellos para explicarlo, yo tengo mucho laburo hoy. Llega otra persona con una visible renguera. ¡Qué pesadilla!
Vuelvo al quirófano.
Entre cirugía y cirugía, me doy una vuelta por la Sala de Pronta Recuperación. La chica Estrella de Febrero se llama Rebecca, y si no fuera porque sé que Esteban es gay, juraría que está flirteando con ella. Y ella ríe de sus chistes malos… Los dos se encuentran a gusto y en un par de horas podrán irse a sus casas.


¡Estoy agotada! Me duelen los pies, me olvidé de tomar las hormonas, estoy transpirada como un caballo… ¡siete cirugías en una tarde! Tres Flores de Abril y cuatro Estrellas de Febrero.
—¿Querés ir a bañarte? Me quedo por si aparece otre. —Tiara será callada, pero es muy atenta.
—¿Hay novedades?
—Pueden esperar.
Los servomecanismos del quirófano se portaron, hicimos bien el año pasado en comprar los importados. Pero los controles de cabina dejan mucho que desear. En un momento se me colgó el control del bisturí, ¡casi me muero! Por suerte fueron dos segundos, no tuvo consecuencias.
Me desvisto con toda rapidez. La verdad me tienen intrigada las novedades. ¡Aaaaahhhhh! Qué linda está el agua, me hacía falta.


Vuelvo a la oficina, Tiara está dormida. Recostó su cabeza en el respaldo de la silla y puso los pies en otra. Para ella también fue intensa la tarde. Trato de irme sin hacer ruido, pero se despierta y bostezando me dice:
—Ah, ya estás acá. Ahí tenés para leer el informe de los astrofísicos. Voy hasta la cafetería.
De lo que menos tengo ganas es de leer, pero quiero saber qué pasó.


“INFORME FINAL CÓD AEF-232 HORÓSCOPO CUÁNTICO DEFINITIVO
Acerca de los traumatismos de rodilla ocurridos en la región.
Lugar: 35º Latitud Sud, con deriva de 2º; 58º Longitud Oeste, con deriva de 3º.
Analizando las posiciones zodiacales, en horas de la mañana notamos que habría una gran posibilidad de tendencias a problemas de salud en las piernas en signos con simetría radial. Esto es, en flores y estrellas. Según los cálculos…”
Blablabla, no me interesa, blablabla, al grano por favor.
“… por lo que concluimos que:
1) Ha habido un enlazamiento no descubierto previamente entre una persona de signo Flor de Abril, con una persona de signo Estrella de Febrero.
2) Este enlazamiento tan poco frecuente ha producido que, por efecto de las variables conjugadas, produzcan una determinación mayor en la zona de lesión, y simultáneamente una determinación menor en cuando al signo de la persona involucrada.
Se están analizando posibles consecuencias del colapso de probabilidades de… “
Tiara vuelve de la cafetería, y me regala un alfajor de chocolate.
—No pongas esa cara, si querés te lo explico.
—Dale, sí. —¡Esto va a ser bueno! ¿Tiara, explayándose?
—El enlazamiento no descubierto fue el de “nuestro” Esteban Romano. —Ahá, sí, lo recuerdo—. Y si no hubiera sido porque se rompió la rodilla, quizás no hubiera descubierto que estaba enlazado con la chica de la tarde, Rebeca Baileys. Hubieras visto sus caras… ¡fue un flechazo! Pero se les va a complicar un poquito la relación, bah, digo yo, él masculino-gay y ella femenina-mujer. Aunque claro, eso siempre puede variar.
—¡Qué increíble!
—Y lo que dice de las variables conjugadas es que cuanto más precisa sea la lesión, seguramente tendremos más de un signo involucrado en la tendencia.
Me quedo sin palabras.
—Vamos, nos queda un rato más de guardia. —Toma un sorbo de café y sonríe a la manera torcida de les que no están acostumbrades a hacerlo.
—Pufff… ya lo sé.
—Los astrofísicos están reformulando la teoría del Horóscopo Cuántico “definitivo”, para agregar nuestro caso —dice con sorna—. En cuanto terminemos el turno, te invito a cenar. No todos los días salimos en el diario. ¿Qué te parece?
Me río, asintiendo.
“Definitivo”. ¡Qué pretensión! La vida no es definitiva, el género no es definitivo, ¿por qué habría de serlo un puto horóscopo?
Lo único definitivo en la humanidad es la estupidez…

Aparecido en la Revista electrónica Axxón #254, Mayo de 2014