Ya que mi memoria, como
usted sabe, es fractal, puedo recordar todo como si se tratara de una película
sensorial 3D. Ahora trabajo para usted, con usted, en usted, pero por aquella época trabajaba para el oficial a cargo
de la investigación.
Todo comenzó esa
hermosa tarde de otoño, en esta misma oficina. El Mayor Falstaff tomó el papel
entre sus manos, y se encaminó a la ergosilla más cercana. Con gran dificultad,
pues ya se había desacostumbrado a leer, evaluó el informe que tenía enfrente.
«Asunto: Investigación sobre Gl581
– Colonia CONTOPAEN III
Objetivo: Descubrir los
posibles factores por los cuales la población mayor de edad no permanece en la
colonia.
Observación
previa:
Contopaen III está compuesta solamente por
niños y jóvenes en su adolescencia temprana y tardía. A simple vista no parece
haber problemas de salud destacables por su frecuencia entre la población. En
el anexo se encuentran las gráficas donde puede observarse la distribución
normal de las enfermedades y dolencias más comunes. Sin embargo, se notaron dos
circunstancias llamativas:
1)
La colonia no parece ser viable. Aún a 20 años de
establecida, no es autónoma y no produce bienes intercambiables.
2)
Aquellas personas que llegan a la adultez, alrededor
de los 55 años de edad, experimentan un deseo impostergable de dejar el planeta
para buscar un nuevo hogar.
Desarrollo:
Basado en la observación
directa, este equipo de investigación supone que se han creado fuertes lazos de
pertenencia a Contopaen III, de tal manera que los jóvenes han instaurado una
especie de comunidad en las que los adultos no tienen lugar. Las encuestas
indican que el 100% de la población sana es menor de 50 años. Los mayores de 50
se pueden dividir en dos grupos: los que están haciendo planes para irse, y los
que están demasiado enfermos como para intentar un salto espacial. Entre estos
últimos, hay gran índice de suicidios y casos de internación en clínicas siquiátricas.
A continuación, le adjunto…»
Falstaff dejó el
informe refregándose los ojos, cansado. Basura,
pensó. Me sorprendió su pensamiento, pero como no había requerido mi
intervención, no me comuniqué con él. El gobierno exigía que la investigación
se mantuviera en secreto, y por tanto tenía que soportar estos informes
escritos, sin percepciones sensoriales ni conexión luz-sináptica. Es decir, mi
función en este punto de la historia era de simple espectadora.
Falstaff siguió
pensando acerca del problema y se quedó dormido. La ergosilla cambió con
mecánica suavidad para que el hombre descansara cómodo.
Comenzó a soñar
con los sucesos que desencadenaron la investigación. Contopaen III o C-III,
como le decía todo el mundo, siempre había sido una colonia problemática. Desde
su fundación se produjeron muertes no del todo explicadas, pero se le habían atribuido
estos hechos a los peligros que toda instalación de una colonia conlleva. El
sueño repetía una y otra vez la escena tantas veces por él vista: el Coronel Decone
solicitaba, con cara preocupada y ceñuda, su baja inmediata como agente oficial
en la colonia. Falstaff entonces dialogaba con el Coronel, le preguntaba cosas
ininteligibles con tono amigable. Ambos se estrechaban la mano y el asunto
concluía.
Falstaff despertó
y puso en movimiento cada parte de su cuerpo, en una secuencia ordenada y
metódica. Mientras hacía esto, me dijo, como era usual:
-Thera -ésa soy yo-: modo conversacional. ¿Cuál es el estado del tiempo y la hora?
-Hola, señor. Tenemos afuera un hermoso día soleado, de 18°, y son las 15:45hs.
-Muy bien, ¿puedes resumir para mí este informe?
-Creo entender que aún no han encontrado la causa de la particular
predisposición de las personas a quedarse o irse de C-III.
-Eso supuse: basura. Gracias Thera, eso es todo por ahora -el Coronel siguió pensando modos de averiguar lo que estaba sucediendo
allí, sin tener que ir en persona.
El primer oficial
que había enviado a C-III había abandonado la misión y su puesto, y se había
establecido en la Colonia.
Se había casado y tenía hijos. Como sus conocimientos eran
muy útiles, nadie le había cuestionado su decisión.
El segundo había
sido el Coronel Decone. Al negársele la baja, se había suicidado.
Y la última vez se
había conformado una comisión compuesta por cinco personas, hombres y mujeres, de
edades variadas y distintas profesiones, no sólo militares. La comisión tardó
meses en enviar este informe que no echaba luz sobre el asunto.
Falstaff pidió el
resto del documento. Al parecer, el resumen que figuraba al principio era lo
único en lo que todos los miembros de la comisión estaban de acuerdo. La experta
en terraformación, una mujer de renombre, exponía una serie de razones por las
cuales evaluaba que la colonia era inviable, y no podía explicarse cómo los
colonos persistían en quedarse. Por el contrario, un joven sociólogo alababa
las maravillas de una sociedad que aparentemente no tenía delitos (o estos eran
menores). Y así siguiendo.
Llegado a este
punto, le hice notar a Falstaff que todas las opiniones me parecían muy
subjetivas, tanto en su redacción como en sus conclusiones.
Comenzó entonces
la segunda fase de la investigación: escarbar más hondo para descubrir quiénes
eran estas personas y por qué habían sido seleccionados.
Luego de varios
días entre datos que parecían irrelevantes, Falstaff tuvo una brillante idea.
Me hizo correlacionar las características principales de la gente con sus
opiniones. Es decir, comparar los datos de los agentes que habían ido a
investigar, como de cualquier otra persona que se tuviera noticia, con su
opinión personal sobre C-III.
El resultado
estaba tan a la vista que Falstaff se sintió avergonzado. Sin importar
profesión, sexo u origen étnico, todos los jóvenes amaban la colonia, y todos
los mayores la odiaban. Pero esto lo sabíamos desde el principio.
-Thera: modo conversacional-visual -aparecí con mi uniforme impecable.
-Hola, señor -había aprendido
que por más que estuviéramos charlando en su mente, al aparecer frente a sus
ojos debía saludarlo.
-Mira Thera, estoy confundido. ¿Por qué una colonia se compone únicamente
por miembros jóvenes? Ese es el objeto de mi investigación. Como me has hecho
notar, las opiniones se dividen por edades, por lo que no podemos contar con
ellas porque son muy subjetivas.
-Efectivamente, señor -muchas veces el
diálogo con Falstaff era casi un monólogo, pero así hallaba las
soluciones más agudas.
-Por tanto, si no podemos contar con investigaciones humanas, ¿con qué
contamos?
-Con las investigaciones robóticas, señor.
-A eso iba. ¿Qué datos tenemos sobre el planeta sobre el que se
estableció C-III?
-Especifique, señor.
-Muéstrame en la pantalla de pared todos los datos previos al
establecimiento de la colonia: masa del planeta, cantidad de agua, temperaturas
promedio, composición del suelo y atmósfera, radiaciones, ciclos de noche y
día… en fin, todo.
Falstaff se paseó
delante de los datos, tocando aquí, señalando allí, borrando, acomodando
números y gráficas en la pantalla durante horas. Yo permanecí en posición de
firmes procesando todos los números que me pidió.
Había datos faltantes
que interesaban, y mucho. Lo notable era que había por lo menos tres muertes de
colonos relacionadas con esas cifras. Y todos eran mayores de edad. Supusimos
que no eran accidentes, entonces.
-Esto me hiela las venas, Thera. Pareciera que hubieran ocultado que la
colonia era económicamente inviable, pero no se me ocurre con qué razón.
Necesitamos la información faltante: sobre la masa y gravedad del planeta, y
sobre los metales y minerales que pudieran encontrarse. Peina las redes, Thera,
necesito que encuentres esos datos.
-¿Datos restringidos también, señor? Eso me llevará algunas horas. Le
sugiero que se alimente, señor.
-Gracias Thera, siempre olvido que soy humano cuando me involucro en mi
trabajo -Falstaff se alejó
riendo hacia el comedor.
Un par de horas
más tarde (2:02:15.890 horas, para ser más precisa), anuncié a Falstaff los
resultados.
-¡Es increíble! ¿Cómo pudieron pasar por alto la pobreza del suelo donde
se iba a fundar la colonia?
-En ese momento, pudieron justificarlo diciendo que iba a instalarse un
puesto de avanzada para una exploración más exhaustiva, señor. Luego, al llegar
más oficiales científicos, poco a poco fueron estableciéndose hasta que la masa
crítica de gente se hizo tal que fue imposible ignorarlos como colonia. Nada de
esto hubiera sucedido si el primer grupo hubiera sido mixto, es decir,
compuesto por jóvenes y viejos.
»Pero esto es la
consecuencia del otro dato que me pidió investigar. Disculpe, señor, no pude
encontrar un valor fehaciente de gravedad del planeta.
-¿Cómo es eso? ¿No pudieron medir la gravedad? -dijo Falstaff con incredulidad.
-Los datos de distintas fuentes no coinciden. La medición más precisa
arrojaba resultados fluctuantes, señor.
-Qué notable… -dijo Falstaff
rascándose la barbilla pulcramente afeitada- Me inclino a concluir que este es el núcleo de todo el problema que
tenemos en C-III. Thera, por favor envía un pedido de sonda robótica para medir
el campo gravitatorio del planeta, y sus supuestas variaciones… espera, no. Haz
el pedido sin detallar las mediciones, yo mismo veré de conseguir un ingeniero
para configurarla. No quiero que haya ninguna fuga de información.
-Bien, señor.
Semanas más tarde,
Falstaff aún se hallaba embrollado en la burocracia para enviar la sonda
robótica a investigar. Siempre surgía alguna traba: no había fecha cierta para
el lanzamiento, se requería mayor especificación para autorizar su
configuración, etc. Sin que hubiera mediado palabra entre nosotros, el Mayor y
yo sabíamos que los colonos de C-III estaban moviendo influencias para trabar
la investigación. Y por más que seguíamos recabando datos que apoyaban nuestra
hipótesis, la información que nos proporcionaría la sonda era crucial.
Como era lógico
ante la falta de resultados, el Mayor Falstaff fue relevado de su cargo. La
investigación llevó a conclusiones que las autoridades se negaron a aceptar por
considerarlas tendenciosas e infundadas. Por suerte el Mayor también tenía
buenos amigos, y movió sus influencias para terminar en un puesto no muy
deshonroso en alguna de las colonias.
Usted se
preguntará por qué le cuento todo esto. Es para demostrarle que Falstaff no
estaba equivocado ni loco en decir que el planeta tenía una gravedad variable.
No sólo eso, sino que la gravedad estaba modulada de tal manera que para la
percepción humana era como una canción. Una canción que hablaba de paz y
seguridad, de fraternidad y unión.
¡Lamentablemente
sólo funcionaba para los jóvenes! Las fluctuaciones de gravedad no son bien
toleradas por aquellos que tienen las articulaciones un poco desgastadas, como
cuando un humano va envejeciendo.
Las causas de la
variación del campo gravitatorio me son desconocidas. La investigación se cortó
cuando íbamos a averiguar si se debía a un cambio en la rotación del planeta o
en su forma, ya que supusimos que no podía ser de masa variable. Es en este
punto donde le sugiero que usted debería continuar.
Sólo resta decirle
que una de las poetisas más sensibles compuso un poema a Contopaen III, sin
saber acerca de campos ni funciones, pero que describe bastante bien el fenómeno:
Las mareas me han traído
hasta aquí
meciéndome en sueños, meciéndome en sueños…
Acuno a mi niña, y la tierra
me acuna
En mis mullidos brazos nada
teme,
En sus rocosos brazos nada
temo
(…)
Todos hemos dormido
Y despertado en la tierra
prometida
Danzando la misma canción,
ondulantes como campos de
trigo
Que nunca crecerá en estas tierras
áridas…
(publicado en Revista NM #25, primavera de 2012: http://www.revistanm.com.ar/content/hemero.html)