martes, 18 de diciembre de 2012

El encanto de un planeta - Chinchiya



Ya que mi memoria, como usted sabe, es fractal, puedo recordar todo como si se tratara de una película sensorial 3D. Ahora trabajo para usted, con usted, en usted, pero por aquella época trabajaba para el oficial a cargo de la investigación.

Todo comenzó esa hermosa tarde de otoño, en esta misma oficina. El Mayor Falstaff tomó el papel entre sus manos, y se encaminó a la ergosilla más cercana. Con gran dificultad, pues ya se había desacostumbrado a leer, evaluó el informe que tenía enfrente.



 «Asunto: Investigación sobre Gl581 – Colonia CONTOPAEN III



Objetivo: Descubrir los posibles factores por los cuales la población mayor de edad no permanece en la colonia.



Observación previa:

Contopaen III está compuesta solamente por niños y jóvenes en su adolescencia temprana y tardía. A simple vista no parece haber problemas de salud destacables por su frecuencia entre la población. En el anexo se encuentran las gráficas donde puede observarse la distribución normal de las enfermedades y dolencias más comunes. Sin embargo, se notaron dos circunstancias llamativas:

1)          La colonia no parece ser viable. Aún a 20 años de establecida, no es autónoma y no produce bienes intercambiables.

2)          Aquellas personas que llegan a la adultez, alrededor de los 55 años de edad, experimentan un deseo impostergable de dejar el planeta para buscar un nuevo hogar.



Desarrollo:

Basado en la observación directa, este equipo de investigación supone que se han creado fuertes lazos de pertenencia a Contopaen III, de tal manera que los jóvenes han instaurado una especie de comunidad en las que los adultos no tienen lugar. Las encuestas indican que el 100% de la población sana es menor de 50 años. Los mayores de 50 se pueden dividir en dos grupos: los que están haciendo planes para irse, y los que están demasiado enfermos como para intentar un salto espacial. Entre estos últimos, hay gran índice de suicidios y casos de internación en clínicas siquiátricas.

A continuación, le adjunto…»



Falstaff dejó el informe refregándose los ojos, cansado. Basura, pensó. Me sorprendió su pensamiento, pero como no había requerido mi intervención, no me comuniqué con él. El gobierno exigía que la investigación se mantuviera en secreto, y por tanto tenía que soportar estos informes escritos, sin percepciones sensoriales ni conexión luz-sináptica. Es decir, mi función en este punto de la historia era de simple espectadora.

Falstaff siguió pensando acerca del problema y se quedó dormido. La ergosilla cambió con mecánica suavidad para que el hombre descansara cómodo.

Comenzó a soñar con los sucesos que desencadenaron la investigación. Contopaen III o C-III, como le decía todo el mundo, siempre había sido una colonia problemática. Desde su fundación se produjeron muertes no del todo explicadas, pero se le habían atribuido estos hechos a los peligros que toda instalación de una colonia conlleva. El sueño repetía una y otra vez la escena tantas veces por él vista: el Coronel Decone solicitaba, con cara preocupada y ceñuda, su baja inmediata como agente oficial en la colonia. Falstaff entonces dialogaba con el Coronel, le preguntaba cosas ininteligibles con tono amigable. Ambos se estrechaban la mano y el asunto concluía.

Falstaff despertó y puso en movimiento cada parte de su cuerpo, en una secuencia ordenada y metódica. Mientras hacía esto, me dijo, como era usual:

­­-Thera -ésa soy yo-: modo conversacional. ¿Cuál es el estado del tiempo y la hora?

-Hola, señor. Tenemos afuera un hermoso día soleado, de 18°, y son las 15:45hs.

-Muy bien, ¿puedes resumir para mí este informe?

-Creo entender que aún no han encontrado la causa de la particular predisposición de las personas a quedarse o irse de C-III.

-Eso supuse: basura. Gracias Thera, eso es todo por ahora -el Coronel siguió pensando modos de averiguar lo que estaba sucediendo allí, sin tener que ir en persona.

El primer oficial que había enviado a C-III había abandonado la misión y su puesto, y se había establecido en la Colonia. Se había casado y tenía hijos. Como sus conocimientos eran muy útiles, nadie le había cuestionado su decisión.

El segundo había sido el Coronel Decone. Al negársele la baja, se había suicidado.

Y la última vez se había conformado una comisión compuesta por cinco personas, hombres y mujeres, de edades variadas y distintas profesiones, no sólo militares. La comisión tardó meses en enviar este informe que no echaba luz sobre el asunto.

Falstaff pidió el resto del documento. Al parecer, el resumen que figuraba al principio era lo único en lo que todos los miembros de la comisión estaban de acuerdo. La experta en terraformación, una mujer de renombre, exponía una serie de razones por las cuales evaluaba que la colonia era inviable, y no podía explicarse cómo los colonos persistían en quedarse. Por el contrario, un joven sociólogo alababa las maravillas de una sociedad que aparentemente no tenía delitos (o estos eran menores). Y así siguiendo.

Llegado a este punto, le hice notar a Falstaff que todas las opiniones me parecían muy subjetivas, tanto en su redacción como en sus conclusiones.

Comenzó entonces la segunda fase de la investigación: escarbar más hondo para descubrir quiénes eran estas personas y por qué habían sido seleccionados.



Luego de varios días entre datos que parecían irrelevantes, Falstaff tuvo una brillante idea. Me hizo correlacionar las características principales de la gente con sus opiniones. Es decir, comparar los datos de los agentes que habían ido a investigar, como de cualquier otra persona que se tuviera noticia, con su opinión personal sobre C-III.

El resultado estaba tan a la vista que Falstaff se sintió avergonzado. Sin importar profesión, sexo u origen étnico, todos los jóvenes amaban la colonia, y todos los mayores la odiaban. Pero esto lo sabíamos desde el principio.

-Thera: modo conversacional-visual -aparecí con mi uniforme impecable.

-Hola, señor -había aprendido que por más que estuviéramos charlando en su mente, al aparecer frente a sus ojos debía saludarlo.

-Mira Thera, estoy confundido. ¿Por qué una colonia se compone únicamente por miembros jóvenes? Ese es el objeto de mi investigación. Como me has hecho notar, las opiniones se dividen por edades, por lo que no podemos contar con ellas porque son muy subjetivas.

-Efectivamente, señor -muchas veces el diálogo con Falstaff era casi un monólogo, pero así hallaba las soluciones más agudas.

-Por tanto, si no podemos contar con investigaciones humanas, ¿con qué contamos?

-Con las investigaciones robóticas, señor.

-A eso iba. ¿Qué datos tenemos sobre el planeta sobre el que se estableció C-III?

-Especifique, señor.

-Muéstrame en la pantalla de pared todos los datos previos al establecimiento de la colonia: masa del planeta, cantidad de agua, temperaturas promedio, composición del suelo y atmósfera, radiaciones, ciclos de noche y día… en fin, todo.

Falstaff se paseó delante de los datos, tocando aquí, señalando allí, borrando, acomodando números y gráficas en la pantalla durante horas. Yo permanecí en posición de firmes procesando todos los números que me pidió.

Había datos faltantes que interesaban, y mucho. Lo notable era que había por lo menos tres muertes de colonos relacionadas con esas cifras. Y todos eran mayores de edad. Supusimos que no eran accidentes, entonces.

-Esto me hiela las venas, Thera. Pareciera que hubieran ocultado que la colonia era económicamente inviable, pero no se me ocurre con qué razón. Necesitamos la información faltante: sobre la masa y gravedad del planeta, y sobre los metales y minerales que pudieran encontrarse. Peina las redes, Thera, necesito que encuentres esos datos.

-¿Datos restringidos también, señor? Eso me llevará algunas horas. Le sugiero que se alimente, señor.

-Gracias Thera, siempre olvido que soy humano cuando me involucro en mi trabajo -Falstaff se alejó riendo hacia el comedor.



Un par de horas más tarde (2:02:15.890 horas, para ser más precisa), anuncié a Falstaff los resultados.

-¡Es increíble! ¿Cómo pudieron pasar por alto la pobreza del suelo donde se iba a fundar la colonia?

-En ese momento, pudieron justificarlo diciendo que iba a instalarse un puesto de avanzada para una exploración más exhaustiva, señor. Luego, al llegar más oficiales científicos, poco a poco fueron estableciéndose hasta que la masa crítica de gente se hizo tal que fue imposible ignorarlos como colonia. Nada de esto hubiera sucedido si el primer grupo hubiera sido mixto, es decir, compuesto por jóvenes y viejos.

»Pero esto es la consecuencia del otro dato que me pidió investigar. Disculpe, señor, no pude encontrar un valor fehaciente de gravedad del planeta.

-¿Cómo es eso? ¿No pudieron medir la gravedad? -dijo Falstaff con incredulidad.

-Los datos de distintas fuentes no coinciden. La medición más precisa arrojaba resultados fluctuantes, señor.

-Qué notable… -dijo Falstaff rascándose la barbilla pulcramente afeitada- Me inclino a concluir que este es el núcleo de todo el problema que tenemos en C-III. Thera, por favor envía un pedido de sonda robótica para medir el campo gravitatorio del planeta, y sus supuestas variaciones… espera, no. Haz el pedido sin detallar las mediciones, yo mismo veré de conseguir un ingeniero para configurarla. No quiero que haya ninguna fuga de información.

-Bien, señor.



Semanas más tarde, Falstaff aún se hallaba embrollado en la burocracia para enviar la sonda robótica a investigar. Siempre surgía alguna traba: no había fecha cierta para el lanzamiento, se requería mayor especificación para autorizar su configuración, etc. Sin que hubiera mediado palabra entre nosotros, el Mayor y yo sabíamos que los colonos de C-III estaban moviendo influencias para trabar la investigación. Y por más que seguíamos recabando datos que apoyaban nuestra hipótesis, la información que nos proporcionaría la sonda era crucial.

Como era lógico ante la falta de resultados, el Mayor Falstaff fue relevado de su cargo. La investigación llevó a conclusiones que las autoridades se negaron a aceptar por considerarlas tendenciosas e infundadas. Por suerte el Mayor también tenía buenos amigos, y movió sus influencias para terminar en un puesto no muy deshonroso en alguna de las colonias.

Usted se preguntará por qué le cuento todo esto. Es para demostrarle que Falstaff no estaba equivocado ni loco en decir que el planeta tenía una gravedad variable. No sólo eso, sino que la gravedad estaba modulada de tal manera que para la percepción humana era como una canción. Una canción que hablaba de paz y seguridad, de fraternidad y unión.

¡Lamentablemente sólo funcionaba para los jóvenes! Las fluctuaciones de gravedad no son bien toleradas por aquellos que tienen las articulaciones un poco desgastadas, como cuando un humano va envejeciendo.

Las causas de la variación del campo gravitatorio me son desconocidas. La investigación se cortó cuando íbamos a averiguar si se debía a un cambio en la rotación del planeta o en su forma, ya que supusimos que no podía ser de masa variable. Es en este punto donde le sugiero que usted debería continuar.

Sólo resta decirle que una de las poetisas más sensibles compuso un poema a Contopaen III, sin saber acerca de campos ni funciones, pero que describe bastante bien el fenómeno:

 

Las mareas me han traído hasta aquí

meciéndome en sueños,  meciéndome en sueños…

Acuno a mi niña, y la tierra me acuna

En mis mullidos brazos nada teme,

En sus rocosos brazos nada temo



(…)

Todos hemos dormido

Y despertado en la tierra prometida

Danzando la misma canción,

ondulantes como campos de trigo

Que nunca crecerá en estas tierras áridas…

(publicado en Revista NM #25, primavera de 2012:  http://www.revistanm.com.ar/content/hemero.html)

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