lunes, 3 de agosto de 2009

La esquina de Teresa - Chinchiya

La primera vez que vi a Teresa, era un bebé regordete y simpático, que agitaba las manitos para que la alzaran. Su madre y la mía charlaban, despreocupadas, comentando lo saludable y tranquila que era la niña. Ese día, en la esquina más importante del barrio, habían abierto un negocio de cochecitos, mamaderas y otros productos para bebés. Y fue ahí cuando lo supe: esa esquina estaba ligada, sin lugar a duda, con la vida de Teresa. Cómo lo supe, es inexplicable, pero estaba seguro de que así era.
Yo tenía quince años, y para mí Teresa era otro bebé más en el vecindario, poco podía importarme. Aunque en realidad, había en ese bebé algo que me producía mucha ternura. Pero este pensamiento no ocupaba mi tiempo: terminaría pronto el colegio, y ya estaba trabajando con mi padre en su librería. Salía los fines de semana, por lo general solo, ya que nunca supe hacer amistades. De todas maneras, los libros son siempre una buena compañía.
Luego, en el negocio de la esquina, fueron incorporando la venta de juguetes para niños mayores y útiles escolares, a medida que Teresa crecía. Todos los días la veía jugando en la vereda, desde mi ventana, a veces sola, a veces con otros niños. Y cuando yo pasaba a su lado, me dedicaba una bella sonrisa en su carita redonda.
El negocio de juguetes, entonces, cerró, dando paso a una casa de lencería. Entonces, deduje que Teresa ya era una mujercita. Lo cual era bastante obvio, por otra parte: ella ya tenía trece años, era alta y su cuerpo había cambiado, tomando esas formas que atraen la mirada disimulada de algunos caballeros. Y su sonrisa ahora tenía un dejo de pícara. Yo ya estaba al frente de la librería, lo cual no me dejaba mucho tiempo para pasear por el barrio, pero siempre era un placer para mí verla.
De vez en cuando nos encontrábamos en la esquina, y nos saludábamos amablemente, por más que no nos hubieramos visto en un tiempo:
–¡Hola, Teresa!
–¡Hola Juan Manuel! ¿cómo te va? – y se detenía un momento a contarme de sus cosas y a preguntarme por mis actividades. Así fue como un día me enteré que ya tenía novio, y que él estudiaba ingeniería. Pensaba que quizás él terminaría trabajando para una empresa multinacional cuando finalizara su carrera.
La lencería creció demasiado, y decidió cambiar de lugar, y en esa esquina pusieron una casa de regalos para casamientos y artículos para el hogar. ¡Y claro! esa misma mañana, yo había recibido la participación de casamiento de Teresa con ese muchacho tan atento que era su novio.
Y entoces, dejé de verla por un tiempo. Se habían mudado al otro lado de la ciudad, y me pregunté si, quizás, la esquina había dejado de reflejar tan fielmente la vida de Teresa.
Pero no fue así, ya que la tienda de regalos comenzó a vender también cunas, y supe por una vecina, que Teresa había tenido un hijo. Sonreí para mis adentros, satisfecho de saber que, aún a la distancia, la esquina seguía vinculada con la vida de Teresa, y sabría de ese modo cómo se encontraba. Cosa que confirmaba cada vez que ella volvía al barrio a visitar a su madre, y pasaba por la librería para saludarme.
Luego la tienda cerró, y en su lugar pusieron un instituto de lenguas. “¡Qué extraño!”, pensé, “¿y ahora qué sucederá?”. Pero mi intriga no duró mucho porque me encontré con la madre de Teresa en el mercado. Me comentó, con una mezcla de orgullo y tristeza, que su yerno había aceptado un trabajo en el exterior. Vivirían en Londres, y él haría viajes cortos a distintos lugares de Europa, para supervisar unas centrales telefónicas.

Hace varios años que no veo a Teresa, y el mes pasado cerraron el instituto. El local estaba vacío, y sospeché que ella no se encontraba bien. Pero esta mañana, me di cuenta de que siempre la amé, y mi corazón se llenó de terror cuando vi la nueva oficina que están montando. Supe con certeza que no la vería más, y comencé a llorar, mirando estúpidamente la vidriera y el enorme cartel sobre la puerta: “Cementerio Privado Parque de la Paz”.

(Publicado previamente en Axxon:
http://axxon.com.ar/rev/171/c-171cuento11.htm
)

No hay comentarios:

Publicar un comentario