―”Aku
se ha desconectado” ―lee Laurent.
―¿Qué?
¿Cómo es eso? ―Logan se impacienta. Deja de juntar sus cosas. ―Dice que es…
“feriado” ―Laurent mueve sus dedos sobre el teclado a una velocidad del aleteo
de un insecto.
―¿Y
qué mierda…?
―Esperá…
Ah… ¡Es un romántico! Hoy hace tres siglos que… no entiendo bien. ¿Qué es un
país?
―Tres
siglos. ¿Y qué carajo importa qué pasó hace trescientos años? No recuerdo dónde
estaba hace una década… ¡Vamos, no hay tiempo!
―¿Cargaste
las armas?
Logan saca las uñas hasta casi tocar la cara de
Laurent, y las retrae. Luego le muestra el bolso.
―Todas
ellas.
―Bien.
Pasemos a buscar a Aku. No creo que haya salido de su casa.
Se calzan los cinturones aéreos y salen por la
ventana.
―Está
por llover, mejor nos apuramos.
La puerta de la casa de Aku está destrozada. Pintura
celeste y blanca por todas partes… pero Laurent no ve sangre, y Logan no la
huele.
―¿Podés
seguir su rastro? Vamos a llegar tarde al trabajo.
―No,
alguien se encargó muy bien de contaminarlo ―dice, con una mueca, Logan.
No es la primera vez que alguien del equipo
desaparece. Pero esta vez es especial. Es uno de “los tres del núcleo”.
―Vamos
a ver a Richard. Él sabrá qué hacer.
Laurent reprograma los dos trabajos de la mañana,
para la tarde. “Un poco optimista”, piensa, “pero al fin y al cabo estos dos
son políticos mediocres… Sólo una diversión para Logan.”
Richard no los deja entrar en su casa, y en lugar de
eso, los conduce bajo la inclemente lluvia hasta el parque, haciéndoles señas
de que permanezcan en silencio.
Suben a un tóptero público. Recién cuando el
transporte los eleva por los aires, junto a una veintena de personas (la mayor
parte de ellxs, humanxs), les dice:
―¿Cómo
mierda se les ocurre buscarme un día así?
―Perdoná,
Richard… no sabíamos qué hacer… Aku desapareció ―Logan parece confundido, mira
el suelo.
―¿A
qué te referís? ―dice Laurent, extrañado. Sabe que Richard no habla de la
tormenta.
―Hoy
es el aniversario de la declaración de Independencia de la República Argentina ―Richard
ve que los otros dos lo miran sin cambiar de expresión―. ¿No se dan cuenta? Hoy
es un día especial para matar a trabajadores de las corporaciones, como
ustedes…
―¿Y
entonces…? ―dice Logan, lamiéndose un colmillo.
―¿Tienen
una foto del departamento de Aku? ―Laurent le muestra su asistente― Oh, sí… Yo
sólo puedo decirles esto, no tengo idea de dónde puede estar Aku, pero no creo
que la esté pasando bien. Lo tienen los argentos.
Sin decir más, hace un gesto con la cabeza para
despedirse y se baja en la siguiente parada del tóptero.
―Vayamos
a ver a Milfa.
―Iba
a decir lo mismo. No nos queda otra ―Logan le envía un mensaje: ”knock, knock”.
Logan y Laurent bajan sobre un inmenso prado verde,
con una casa en medio.
―Nunca
dejan de sorprenderme estos paisajes holográficos.
―Yo
los odio. Y aquí hay olor a… ¡demonios!
La puerta se desliza y Milfa los saluda con una
sonrisa inquietante.
―¡Hasta
que al fin me necesitan!
―Hola,
Milfa. Necesitamos saber dónde está nuestro compañero, Aku.
El puro contrasta con su caracterización de
colegiala, de minifalda y largas trenzas negras. Les lanza el humo a la cara,
cosa que parece encantar a Logan.
―Bien.
Las armas quedan aquí en la puerta. Pasen a la sala.
―¿Los
dos? ―dice Laurent― Yo sólo soy un androide…
―Pero
sos completamente funcional, según me han dicho, ¿verdad? Vamos, vamos… ―los
toma de la mano― no sean tímidos.
Milfa se desviste y conecta varios cables a su
columna.
―Espero
que no les molesten las vías-com. Es una conexión segura ―se coloca en cuatro
patas, sobre el suelo acolchado de la sala.
―¡Para
nada! ―se entusiasma Logan, ya ronroneando. Comienza a acariciarla.
Le pasan los datos de Aku a Milfa. Su columna se
enciende con una luz blanca brillante, se arquea… Ella cierra los ojos y exclama:
―¡Ah!
Necesito más chi…
Logan se acopla a Milfa. Ella se retuerce de placer,
y peina todas las redes buscando un piojoso dato de donde encontrar a Aku.
Laurent, que al principio se mostraba reticente, se deja llevar por la
situación, procurando complacer todos sus pedidos.
La espalda de Milfa cambia, los colores se suceden.
Hasta que se torna completamente verde: lo ha encontrado.
Dejan a Milfa dormida, y salen con sigilo. La pradera
ha desaparecido, ahora pueden ver un barrio con casas destartaladas, y calles
desparejas, basura desparramada. Los olores de las fábricas y de la comida
chatarra se mezclan.
―Estás
muy callado, Laurent. No podés decir que no te gustó. ¡Estas dos horas me han
dado un hambre!
―Aku
está en peligro ―no quiere dar el brazo a torcer. Logan divisa un puestito de
panchirolos y codea a Laurent― Okey, okey… Comemos algo rápido y volamos.
Llegan a un lugar que parece ser un club nocturno de
prestigio. Son las tres de la tarde; está cerrado. Dan la vuelta por el
callejón y ven una persiana metálica.
―Abajo
hay varias personas ―dice Laurent.
―Huelo
a Aku… ¡debe estar herido!
Destrozan la puerta del depósito, bajan por una
escalera y se encuentran un panorama lamentable: por lo menos quince personas,
encadenadas, sucias…
Aku levanta la vista e intenta sonreír. Suspira.
En las paredes, hay carteles pintados sin cuidado,
alrededor de un sol. Los mismos colores del departamento de Aku.
―¡Qué
maniáticos! Esto no tiene ningún sentido ―dice Laurent―. Vamos, amigo… ¿podés
caminar?
―No
me rompieron las piernas, tan sólo me narcotizaron ―susurra Aku―. No sé qué
pensaban hacer con todos nosotros.
Logan rompe las cadenas y hace gestos a la gente de
que salga cuanto antes. Unos ayudan a otros… Al parecer hay personas que han
estado largo tiempo aquí. Pero no aparece ningún guardia… nada.
―Consigue
un móvil, Laurent ―Logan, cansado, se detiene a leer las paredes.
“Hasta la victoria siempre”
“Volveremos y seremos millones”
“La casa estará en orden”.
Inclina la cabeza, no comprende. Se encoge de hombros
y sale. Aún puede llegar a hacer el trabajo previsto para hoy.
(cuento publicado en la Antología Tricentenario -una visión conjetural de nuestro futuro-, con selección de Sergio Gaut vel Hartman, Ediciones Desde La Gente, en 2013)
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